Ojos cómplices, descarados.
El sol de mediodía en la ventana.
Un dinosaurio del tamaño de un pulgar.
El primer adiós, de tantos.
La tarde acabaría apaciblemente si Fufo, Lurilay, Nayenka, Yon y Keka no jugaran pegando gritos tras la pelota, todos a la vez.
A veces es mejor no asomarse a la ventana de una casa que no es la tuya; podrías encontrar que allí también viven los demonios de tu propia casa. Tú en la selva humana
Al pasearse por los mercadillos navideños, en medio de las almendras acarameladas, los gritos de los niños corriendo y el aroma del Glühwein, puede ser que uno se encuentre con este tipo de pabellón. Cientos de peluches de todos los tamaños y colores, animado por luces danzantes y por un personaje en la tarima que …
José Malet. Pipo para la familia. Buen conversador y fumador ya retirado. Amante del pan y los libros, en ese orden. Y nunca despreciará un momento para echar un cabeceo oportuno. Él, con tal de criar a sus hijos y verlos crecer, hizo sacrificios. Y no hablo del pan y los libros. Para el hijo, la …
“¡Porque yo no le temo a la muerte!” arengaba el hombre fuerte, el que deseaba el enfrentamiento, el que quería demostrar su arte en otros campos que no fueran reprimiendo y decapitando solo opositores.
Y entre mis manos tenía un kilo de mamón chino, nombre popular de aquella fruta roja con espinas suaves que el lector ilustrado seguramente conocerá como Nephelium lappaceum.
Y finalmente habías llegado, por fin estabas con nosotros pero no lo podíamos creer. Un sentimiento de sorpresa nos había invadido aunque te habíamos esperado siempre. Tu madre estaba plenamente consciente de que ya era madre, pero yo no me enteraba de qué era yo.
Al abrir sus ojos, frente a ella se extendía un mar azul profundo e interminable. Se quiso mover, pero sus piernas no le obedecieron y se dió cuenta que estaba paralizada, inmóvil al filo de un acantilado con las olas reventando a cientos de metros bajo sus pies.
El susto que se llevó al verlo sentado en el penúltimo escalón hizo que se le escapara un gemido, sin que el otro pareciera reaccionar. Inmediatamente y ya riendo, quiso lanzarle algún improperio desde el descansillo, pero sus pulmones le traicionaron después de subir por las escaleras hasta el cuarto piso.
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