Tal vez
Ojos cómplices, descarados.
El sol de mediodía en la ventana.
Un dinosaurio del tamaño de un pulgar.
El primer adiós, de tantos.
Ojos cómplices, descarados.
El sol de mediodía en la ventana.
Un dinosaurio del tamaño de un pulgar.
El primer adiós, de tantos.
La tarde acabaría apaciblemente si Fufo, Lurilay, Nayenka, Yon y Keka no jugaran pegando gritos tras la pelota, todos a la vez.
A veces es mejor no asomarse a la ventana de una casa que no es la tuya; podrías encontrar que allí también viven los demonios de tu propia casa.
Al pasearse por los mercadillos navideños, en medio de las almendras acarameladas, gritos de niños corriendo y el aroma tibio del Glühwein, puede ser que uno se encuentre con este tipo de pabellones.